Se trata de una hacienda que perteneció desde su origen, en el siglo XVII, al Convento de Los Carmelitas de Sevilla, hasta que en el siglo XIX tras la desamortización de Mendizábal pasó a manos privadas.
De la hacienda en sí, podemos resaltar la portada principal portificada, donde se encuentra la Capilla (ya restaurada) presidida por la imagen de La Milagrosa.
Seguidamente, veremos el torreón-mirador, con una cruz de forja y de manera más profunda, vislumbraremos una bodega arqueada de grandes dimensiones, llamada Bodega Real. Todo ello, sin olvidarnos del Salón de la Lastra, que se divide en 3 naves separadas por cadenas de arcos de medio punto que lo hacen más elegante y dan sensación de amplitud.
Por otro lado, en el otro costado, podemos encontrarnos una torre-almazara también del siglo XVIII que nos recuerda al pasado glorioso de la campiña sevillana.
Por último, debemos decir que existen también estancias privadas que poseen un carácter antiguo, restauradas al más puro estilo andaluz.